¡Sintamos las plantas, sintamos la diversidad!
Nuestra comunicación con las plantas es tema de conversación frecuente entre amantes de éstas. Muchas personas dicen sentirse escuchadas por las plantas, y son consentidas como mascotas y les colocan música clásica, les hablan suavemente y hasta las reprenden cuando a pesar de los cuidados las plantas parecen no responder. El cultivo de plantas requiere sensibilidad y empatía por parte del cultivador para ir descubriendo las necesidades de éstas, que son diferentes de especie a especie. Ya sea que necesiten más luz, agua o si la composición del sustrato no es adecuado, las plantas van mostrando con su aspecto, las deficiencias
o excesos en el cuidado y de esa manera esos seres están comunicándose efectivamente con nosotros. Recíprocamente se ha hablado de los beneficios terapéuticos que trae su cultivo y de la buena energía que irradian los espacios ocupados por jardines. En los años 70 se creía que el ambiente blanco y estéril típico de los hospitales era el deber ser. Sin embargo, en los últimos años, esta idea ha ido cambiando, se ha detectado que pacientes que tienen contacto visual con jardines mejoran más rápidamente que los que no. En recientes investigaciones se ha observado que los pacientes al estar en contacto visual con las plantas (incluso si son cuadros) padecen menos dolor, están más relajados y eso aumenta la velocidad de la recuperación. Así, hoy en día, los jardines en hospitales y centros de salud llamados ¨jardines sanadores¨ son la nueva tendencia en paisajismo que beneficia la salud de los pacientes y el personal que labora en esos recintos.
Es bien conocida la relación entre las plantas y los animales, las plantas atraen a polinizadores y dispersores con sus aromas, colores y señales químicas. En un proceso coevolutivo que ha tomado millones de años, se han creado complejas redes de interacción entre diversos grupos de animales, hongos y plantas. En muchos casos esas relaciones son de evasión, ataque y defensa contra depredadores. Pero cada día se develan más detalles acerca de la complejidad de relaciones entre especies, como por ejemplo, la red de asociaciones bajo tierra entre hongos y plantas que funciona como canales de comunicación entre los individuos de la misma o diferentes especies, en los que se transmiten señales de alerta a la presencia de depredadores o de la sequía y que resulta en una respuesta funcional de las plantas ante esa situación. Así, al ser comida por una oruga, una hoja emite una señal al resto de la planta y ésta a través de sus raíces al resto de la comunidad que fabrica sustancias desagradables para el atacante.
Así, la incapacidad de movimiento de las plantas es compensada por su habilidad de producir los más diversos químicos y sus respuestas son rápidas y efectivas. De alguna manera, esa danza química que atrae y aleja a las especies que vivimos alrededor de las plantas es evidente y prueba de ello es nuestra propia atracción por las flores y el gusto por los frutos y los aromas. Podemos decir que las plantas están presentes en todos los rituales de la vida humana, desde el nacimiento, celebraciones de los momentos importantes en la vida y hasta la muerte. Son usadas para demostrar nuestro afecto y espiritualidad. Sirven como alimento, como medicina y si miramos nuestro entorno podemos ver como desde muebles, techos, paredes son construidos con plantas y crean para nosotros una atmósfera cálida y amable.
Nuestra conciencia de la importancia de las plantas como seres imprescindibles, sin duda se ha ido incrementando. Cada día hablamos más de la diversidad. En Colombia, de acuerdo al nuevo catálogo de flora y líquenes hay 28.000 especies de estos grupos. Hoy, sabemos de la importancia de las plantas y hongos para regular el clima, proveer agua, y como productos para la alimentación y medicina para los humanos.
Hay una legión de jardineros en todo el mundo que aprecian las plantas y valoran su uso estético. Esos grupos de amantes de las plantas son un gran potencial para la conservación de las especies. Algunas de nuestras ciudades comienzan a tornarse más verdes. Jardines verticales, techos verdes y jardines urbanos emergen como pequeños oasis en un desierto que es nuestra creación y como respuesta para combatir el calentamiento que se incrementa a medida que aumenta el concreto, el tráfico de vehículos y las emisiones de las fábricas.
Sin embargo, retumba en nuestros oídos la deforestación de grandes extensiones de bosques en Colombia. El avance de la frontera agrícola, y la amenaza de la minería están constantemente sobre el tapete de la discusión ambiental y aunque vivimos en un país megadiverso, estamos de espalda a la biodiversidad que nos rodea al ignorar como ciudadanos, los componentes básicos de nuestra biodiversidad y como esas actividades producen daños irreversibles sobre el delicado equilibrio ecológico de los ecosistemas.
Y es que aún falta mucho por hacer en educación ambiental y conocimiento de esa flora de la que nos sentimos orgullosos en abstracto, pero que ignoramos en detalle. Probablemente no somos capaces de enumerar 10 especies de plantas nativas que hayamos visto alguna vez y eso es grave, porque las plantas antes de extinguirse en la naturaleza ya están extintas en nuestro imaginario colectivo. De manera que para rescatarlas, debemos comenzar a recordarlas y traerlas de nuevo a nuestras vidas y aprendiendo de ellas y de los usos que les daban nuestros ancestros en el pasado.
En paisajismo urbano podemos ver como se utilizan las mismas especies a nivel global. Incluso en países de climas diferentes. De las especies que cultivamos en nuestros jardines solo pocas son americanas y muchas de las especies que están de moda entre cultivadores, provienen de África y Asia y muchas de estas son incluso especies invasoras. De acuerdo a un estudio llevado a cabo en Medellín por Luis Anibal Vélez Restrepo, Mauricio Herrera Villa (el artículo puede encontrarse en la siguiente dirección: https://doi.org/10.15446/rfnam.v68n1.47844), se analizó 143 jardines urbanos y se encontró que de un total de 198 especies cultivadas, 158 son introducidas y 68 son introducidas recientemente. Así, se discute la necesidad de uso de especies autóctonas en las ciudades y aumentar el potencial ecológico de esas áreas verdes. Pero aún falta mucho por conocer acerca de la identidad y el cultivo de estas especies.
Es muy reciente la evidencia de otros tipos de comportamiento de las plantas con ellas mismas. Ahora sabemos que son protectoras de sus hijos, productoras de sonidos para guiar a otras especies y todo eso, las hace ver ante nuestros ojos como seres aún más sensibles. Así que, agucemos nuestros sentidos, oigamos cuidadosamente, porque hay unos gritos de ayuda que se alzan, hay conexiones bajo tierra que se rompen cuando se tumban árboles, hay relaciones que se pierden para siempre en nuestro cada vez más caluroso mundo. Así que hagamos algo! Escuchemos, aprendamos, respiremos y sintamos a las plantas y de esta forma percibamos y defendamos la energía que emana de ese mundo susurrante que nos rodea.
Este artículo fué escrito a solicitud de la revista Red Exequial y será publicado en el número 10 que saldrá el 28 de marzo 2019 (Colombia).